El lunes siguiente por la mañana me manda un mensaje preguntándome por la lámina y yo: “todavía no he empezado”. Como era para el final de curso y mis hijos terminan a finales de junio yo tan tranquila pensando que tenía tiempo de sobra.
Esta fue nuestra conversación:
– Es para el miércoles
– Qué miércoles??? (un sudor frio recorriendo mi espalda temiéndome lo peor)
– Para este
– Para este has dicho??? pero si es lunes!!!! hay que dibujarlo, pintarlo, mandarlo a la imprenta y enviarlo a Zaragoza!. OMG, no creo que pueda hacerlo.
– Por favor, inténtalo…
– Bueno venga (soy fácil de convencer, aviso) lo voy a intentar.
Así que llegué a casa del trabajo y de hacer cincuenta recados, pues era la semana pasada (con todos los preparativos de la comunión de Luisa). Me encerré en mi estudio y me dije, de aquí salgo con lámina.
Y así fue. Lo conseguí. El lunes por la noche estaba terminada y aceptada. El martes a la hora de comer ya estaba impresa y lista para que el mensajero la llevara a su destino.
El miércoles. según me contó Vanessa, la recibió el profe, superemocionado y todos los niños encantados de verse reflejados en los cartelitos que estaban pegados en la pared.